AÑO DE LA FAMILIA

Deseo del Santo Padre sobre la convocatoria del Año de la familia

Ha sido de gran alegría conocer el deseo del Santo Padre sobre la convocatoria del Año de la familia. Como recoge el Padre en el mensaje del 19 de marzo, este año dará fruto por la gracia de Dios, que quiere servirse de lo que cada cual siembre personalmente en su familia y en su alrededor.

Las circunstancias de la pandemia han evidenciado aún más la importancia del cuidado de las familias; la realidad de “iglesia doméstica”; la necesidad de formación en virtudes y difusión de la fe en el hogar.

Dentro de este contexto, se nos presenta una oportunidad para reflexionar y hacer pensar para mejorar el modo de cuidar la propia familia -la que ha formado, la que ha recibido, la familia extensa, la familia de la Obra, la familia que construye con los amigos, el ambiente que crea en el trabajo-, etc. 

¿Cómo puedo cuidar mejor a mi familia? ¿Ayudo con mi ejemplo a dar testimonio sobre “la belleza y las dificultades de la vida familiar”?

Vamos a confiar especialmente a San José, los frutos de este esfuerzo a favor de cada persona y sus familias para el presente y el futuro de nuestra sociedad.

Quizás un modo estupendo puede ser meditar las palabras del Papa Francisco en el Ángelus del Domingo, 27 de diciembre de 2020
“A imitación de la Sagrada Familia, estamos llamados a redescubrir el valor educativo del núcleo familiar, que debe fundamentarse en el amor que siempre regenera las relaciones abriendo horizontes de esperanza. En la familia se podrá experimentar una comunión sincera cuando sea una casa de oración, cuando los afectos sean serios, profundos, puros, cuando el perdón prevalezca sobre las discordias, cuando la dureza cotidiana del vivir sea suavizada por la ternura mutua y por la serena adhesión a la voluntad de Dios. De esta manera, la familia se abre a la alegría que Dios da a todos aquellos que saben dar con alegría. Al mismo tiempo, halla la energía espiritual para abrirse al exterior, a los demás, al servicio de sus hermanos, a la colaboración para la construcción de un mundo siempre nuevo y mejor; capaz, por tanto, de ser portadora de estímulos positivos; la familia evangeliza con el ejemplo de vida. Es cierto, en cada familia hay problemas, y a veces también se discute. “Padre, me he peleado…”; somos humanos, somos débiles, y todos tenemos a veces este hecho de que peleamos en la familia. Os diré una cosa: si nos peleamos en familia, que no termine el día sin hacer las paces. “Sí, he discutido”, pero antes de que termine el día, haz las paces. Y sabes ¿por qué? Porque la guerra fría del día siguiente es muy peligrosa. No ayuda. Y luego, en la familia hay tres palabras, tres palabras que hay que custodiar siempre:

“Permiso”, “gracias”, “perdón”

“Permiso”, para no entrometerse en la vida de los demás. Permiso: ¿puedo hacer algo? ¿Te parece bien que haga esto? Permiso. Siempre, no ser entrometidos. Permiso, la primera palabra. “Gracias”: tantas ayudas, tantos servicios que nos hacemos en la familia: dar siempre las gracias. La gratitud es la sangre del alma noble. “Gracias”. Y luego, la más difícil de decir: “Perdón”. Porque siempre hacemos cosas malas y muchas veces alguien se siente ofendido por esto: “Perdóname”, “perdóname””. No olvidéis las tres palabras: “permiso”, “gracias”, “perdón”. Si en una familia, en el ambiente familiar hay estas tres palabras, la familia está bien.

El 19 de marzo de 2021, con ocasión del inicio del Año de la Familia y de la solemnidad de san José, Mons. Fernando Ocáriz nos ha invitado a cuidar de modo especial el propio hogar y también a salir al encuentro de otras familias y personas necesitadas.

“(…) empieza el año convocado por el Papa Francisco para poner más en primer plano el amor familiar, promoviendo nuevas maneras de acompañar a las familias en su camino hacia la santidad. Esta iniciativa coincidirá, durante algunos meses, con el Año de san José, que comenzó en diciembre pasado. Esta coincidencia puede ser una ocasión para acudir especialmente a la intercesión del santo Patriarca, para que cuide nuestras familias y las de todo el mundo, y también para que muchos jóvenes descubran la belleza de emprender la vida matrimonial, conscientes además de la misión evangelizadora de la familia cristiana.

Durante los meses pasados, por las medidas adoptadas en diversos países durante la pandemia, quizá muchos de nuestros días se han debido desarrollar dentro de la casa, en medio de los ritmos y tareas del hogar. El esfuerzo por vivir en unión con el Señor nos habrá facilitado también afrontar con fe y esperanza situaciones dolorosas: el propio sufrimiento y el de muchos familiares, fallecimientos de seres queridos, situaciones de soledad, enfermedades o tensiones. Habremos intentado acompañar aquellos momentos con nuestra oración, cercanía y cariño.

Estas circunstancias han sido también una ocasión para cuidar más a cada persona –especialmente a los pequeños y a los mayores– y de servir a los demás en las distintas tareas del hogar. Una familia cristiana, a imagen del hogar de Nazaret, requiere la implicación de todos sus miembros en las necesidades de educación, cuidado, descanso, etc. Cada uno aporta un valor necesario e insustituible, aunque la distribución concreta de tareas puede adquirir diversas formas. En este sentido, nos puede servir imaginar la armonía entre José y María, ayudados también por Jesús conforme crecía y podía dar una mano en la casa.

Este año puede ser también una posibilidad de cuidar especialmente el sentido y ambiente de familia en los centros de la Obra y en las casas de todos mis hijos e hijas. A la vez, os animo a buscar maneras de preocuparnos de otras familias, de las personas necesitadas y de los pobres. Estoy seguro de que la iniciativa de cada familia encontrará modos creativos para ser, como deseaba san Josemaría, «sembradores de paz y de alegría» (Es Cristo que pasa, n. 30).

A las familias que no habéis podido tener hijos también se os abre un panorama de apostolado familiar amplísimo: tanto en la llamada a ser, con vuestro amor mutuo, un hogar luminoso para quienes os rodean, como en compartirlo con vuestros amigos, familiares o conocidos, cooperando también así a transformar nuestro mundo en un mejor hogar.

El próximo Encuentro Mundial de las Familias con el Santo Padre, tiene como lema «El amor familiar: vocación y camino de santidad», que nos recuerda muy directamente la predicación de san Josemaría. Tendrá lugar precisamente el 26 de junio de 2022. Encomendemos especialmente a san José los frutos de este año dedicado a la familia, pidiendo al santo Patriarca que nos conceda «la gracia de las gracias: nuestra conversión» (Francisco, Carta Ap. Patris corde, oración final); y también para poder ser, cada uno, mejores testimonios del amor de Dios en el propio ambiente, especialmente en la familia.”